sábado, 25 de enero de 2014

PSICOLOGIA SOCIAL

INTERVENCIÓN EN LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA
 
Una de las situaciones más preocupantes para padres y educadores es ver cómo sus hijos y alumnos presentan dificultades a la hora de aceptar normas que la mayoría de los niños aceptan y cumplen. Podríamos decir que los factores decisivos para la situación actual es el entorno en el que vivimos de incertidumbre y obsolescencia de todo, así como una sociedad que fomenta el individualismo, la competitividad extrema y el materialismo, y la tendencia a la delegación de las funciones paternas al contexto escolar únicamente, sin una conexión e interacción adecuada entre ambos sistemas.
 
Como consecuencia de ello, hasta un 15% de los menores, presenten acciones agresivas, violentas e, incluso, delictivas.  




Ante todo esto, nuestro papel como psicopedagogos será el mismo papel que ante otros alumnos que presenten necesidades específicas; no obstante, por el tipo de trastorno deberemos hacer hincapié en que el planteamiento educativo y terapéutico dependerá del momento en la evolución del trastorno, las ayudas deben ser sostenidas, adecuadas y suficientes en el tiempo, no dilataremos las respuestas, plantearemos una respuesta global al problema y promoveremos el abordaje individual.

 
 
 
 
Nuestro objetivo siempre será ayudar al alumno y a su familia a entender la situación, prestarles la ayuda que requiere el menor para favorecer el desarrollo de su identidad personal con el logro de una imagen positiva de sí mismo y unos sentimientos de autoestima sana.



 
 
¿Qué es el TC y qué hay que entender?  
 
Todo el equipo debe compartir una misma representación del problema que es que la conducta antisocial, ya sea por exceso o por inhibición, es el síntoma que nos muestra las consecuencias de la sensación que embarga al menor de haber vivido la desposesión, por lo que reivindica a través de su conducta el derecho a ser considerado y a que le ayuden a superar este sentimiento de dolor y pérdida, en un duelo no concluido.
 
El menor no sabe cuál es la razón por la que se siente tan mal ante la voluntad de los otros o porqué sus apreciaciones le son tan perturbadoras. Incluso, hay casos en los que puede manifestar extrañeza ante su propio comportamiento. Una vez que el menor reconoce este sentimiento y consigue entender la razón por la que se comporta de la forma en que lo hacen, es cuando se puede comenzar a trabajar para ir disolviendo progresivamente el trastorno, pudiendo a partir de aquí cambiar la posición de pasividad y victimización que suelen tomar las personas con problemas de TC con respecto a los otros y a los acontecimientos.
 
¿Qué hay que reconocer?  
 
 
El TC no es un trastorno estático, estamos ante un proceso evolutivo anómalo, de inicio insidioso silencioso, por la no superación adecuada de las diferentes etapas del ciclo vital. Debemos, pues, reconocer el momento temporal en el que se encuentra el trastorno:
 
 
 
  • Inicio Reactivo – instalación del sufrimiento: presencia de fuerte labilidad emocional, dolor ante reminiscencias olvidadas de su pasado, ansiedad crónica y difusa, hiper/hipoactividad, intranquilidad y angustia- 
  • Tiempo Estancado –profunda sensación de fracaso e indignidad difícilmente entendible por el menor, enfado con el mundo, autoestima insana, una identidad que no le satisface y, ante todo esto, lucha permanente-
  • Resolución Trastornada –conducta desafiante, antisocial y violenta en un intento de huida y para eludir a su mundo de pesadillas-.

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